El sexto domingo de Cuaresma recibe el nombre especial de
Domingo de Ramos o de Pasión,
y constituye el pórtico solemne de la Semana Santa,
que culminará en la celebración del Triduo Pascual.
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El domingo de Ramos se celebra la entrada de Jesús a Jerusalén,
que manifiesta la venida del Reino en el Rey Mesías que le llevará,
primero, al sufrimiento y a la muerte, y, después, al triunfo y a la vida.
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Jesús no conquista la ciudad por la violencia
sino por la humildad y el amor
por eso viene montado en un burro
y es recibido con alegría por los de humilde corazón.
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Su Reino no será impuesto
y será inaugurado con la Pascua de su Muerte y Resurrección
para todos aquellos que lo acepten con amor
y traten de cumplir sus enseñanzas.
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Isaías profetizó sobre el siervo sufriente.
Mateo subraya como se cumplen las Escrituras...
nada ocurre por casualidad,
todo estaba anunciado.
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Mateo lo llama repetidamente "manso y humilde",
actitud propia de un siervo y nos relata sus sufrimientos:
el abandono de los apóstoles;
el silencio del Padre,
la absoluta soledad…
su vía dolorosa.
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Y Cristo vive la Pasión
en perfecta obediencia a la voluntad del Padre,
"para mostrar a la humanidad
el ejemplo de una vida sumisa Su voluntad".
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Sin embargo desde la Cruz,
Reina como Señor de todo,
en un Reino que no es de este mundo:
“Porque el Renio del Amor permanece para siempre”.
