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El Corazón de Jesús


El Reinado del Corazón de Jesús es la gran devoción de los tiempos presentes, es la expresión que ha tomado ahora el Reino de Dios.
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En los últimos siglos, el mundo se ha enfriado en el amor de Dios.
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Los principios de la fe han sido suplantados por filosofías desviadas; en los preceptos morales se ha entronizado la libertad carnal.
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Y Dios en su adorable Providencia, se ha valido de una devoción, calumniada por incrédulos y herejes, para restaurar la fe y el fervor cristianos.
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El va guiando a Su Iglesia por las sendas de la santidad, para ellos se valió y se vale de almas muy interiores y santas que nos contagian su devoción a Dios y nos animan a volar alto, a salir de nuestra mediocridad, de nuestras esclavitudes y falsos conceptos mundanos para llegar a ser plenamente hombres “imagen y semejanza de Dios”.
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La devoción al Corazón de Jesús se muestra toda misericordia, todo amor; es la devoción del Dios perdonador, del Buen Pastor.
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El verdadero espíritu de la devoción de Jesús está en lo interior; y exige prácticas exteriores.
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Su espíritu consiste en esconderse en el Corazón de Cristo y entiéndase que los más escondidos, los que no son conocidos, los que se alejan el mundo, son los que luchan en la vanguardia.
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El corazón de Cristo es herido de dos maneras: por los pecadores, con sus pecados y por las almas de sus fieles servidores, con los dardos de su amor. El Corazón de nuestro Señor se desborda de amor cuando se halla en presencia del pecador arrepentido.
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Hay que entrar en el Corazón: para que nuestros sentimientos sean como los del Corazón de Cristo, que no haya ninguna disonancia y que, cuando oiga Dios las palpitaciones de nuestro corazón, crea oír el eco de los latidos Corazón de Su Hijo Unigénito.
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EL AMOR DE DIOS
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Cuando se trata del Amor de Dios; hay que buscarlo en las fuentes mismas del amor, o sea, en las Palabras de Cristo.
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Jesucristo mismo, es la gran revelación del amor de Dios a sus criaturas; y no de un amor cualquiera, sino de un amor infinito, inconcebible, ardientísimo, como fuego comunicativo y arrollador que quiere conquistar el mundo sin que nada sea capaz de detenerle.Jesucristo, es la fuente de todas las bendiciones espirituales que el Padre, en El nos la ha
conseguido.
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El amor de Dios no se cansa nunca. No abandona si primero no se le abandona. Dios no dice basta, no se cansa de acrecentar el bien de nuestras almas. Su amor es el mismo de siempre. A pesar de nuestras continuas infidelidades. No sabe de inconstancias, ni de pausas, ni de paréntesis.
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El nos ama a cada uno como si fuéramos la única persona que tiene para amar.Nos conoce, sabe de nuestras debilidades, y nos ofrece su gracia de una manera tan suave y delicada que sólo los que tienen un espíritu atento pueden captarlo y beneficiarse con ello.Dios ama a ciertas almas con amor de complacencia, y a ciertas con amor de celo.
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- Cuando las almas reciben como deben sus dones, el Señor las ama con amor de complacencia, se complace en ellas; para eso puso allí sus dones, para complacerse en ellas.
- Cuando las almas ha perdido esos dones, o son infieles a ellos, entonces Dios las ama con amor de celo; es decir con un amor que se afana por disponer a aquellas almas a que reciban como deben los dones que El desea otorgarles.
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El Señor obra siempre según Su condición, y la condición del Corazón de Cristo es ésta: amar generosamente y sin límite a todos tanto a los justos como a los pecadores.
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Por grande que sean nuestras miserias, por grande que sean nuestras infidelidades, por lentos que seamos en el camino del Señor; Dios nos ama y nos amará siempre, con infinita ternura, con el amor de un Padre que nos protege, nos provee, nos educa, nos tiene paciencia, nos cuida, nos mima, nos adora.
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Solo amando se conoce el amor; no solamente el amor nuestro, sino el mismo amor de Dios. El amor no se conoce sinó por el amor. Un alma que tiene verdadero amor de Dios, percibe el amor con que Dios la ama aunque nunca podrá captar su magnitud porque no lo resistiría.
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LA TRIBULACION
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La tribulación es la prueba del amor de Dios hacia ti. Como Dios no lleva su amor por el camino de nuestro amor propio, no lo entendemos cuando El sigue sus sendas.Dios busca la purificación del corazón y esa purificación nos prepara para convertirnos en maravilla de Su Amor.
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A veces se oscurece esta verdad, porque hay cosas que no sabemos descubrir en ellas el amor de Dios.
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Dios nos ama para sacarnos de nuestros pecados y miserias, para purificar nuestro corazón y hacerlo capaz de recibir sus gracias. Para resucitarnos a una nueva vida.
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DEVORADOR
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El amor de Dios es devorador, y, como es devorador, consume en las almas todo otro amor que a Él le sea contrario.
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El amor de Dios tiene alas para volar a esas cumbres de heroísmo destruyendo todo lo que se oponga al amor de Jesucristo. En esto se demuestra lo que es amar a Dios verdaderamente.
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El amor, por su propia naturaleza es devorador, no se contenta con subsistir, sino que tiende a extenderse y a devorarlo todo, de modo que quede en el alma un solo amor, gobernándolo todo, llenándolo todo y que este amor sea la caridad.Siempre Sediento.
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EL AMOR PERFECTO
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Según San Agustín, la caridad es perfecta cuando es sedienta e insaciable.La posesión de lo que no es Dios, deja siempre en el corazón, desilusión y hastío. En cambio, cuando se trata de la posesión de Dios, ya es distinto ya que el alma percibe muy claro que le puede poseer todavía más encontrando su plenitud, su alegría, su felicidad, su reposo; pero al mismo tiempo, reposando en Dios, anda anhelosa, inquieta, sedienta de poseer a Dios cada vez más.
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TRANSFORMANTE
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Esta es la condición del amor, que transforma el alma en aquello que ama; cuando ama una cosa vil se envilece; cuando ama cosas grandes, se engrandece; cuando ama cosas terrenas, se hace terrena; cuando ama lo que es divino, se diviniza y cuando ama a Jesucristo, cumple con Su Palabra haciéndose uno con El.
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Cuando el amor está desordenado, se desordenan los sentimientos del corazón. Cuando el hombre descubre el amor de Dios en su alma brota en ella como un retoño el amor a Dios.
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La lluvia de lo alto, hace brotar esta fuente viva, lo enciende transformando la vida entera.Sin MedidaDios es la Bondad infinita, y, por consiguiente, no sE le puede amar como El lo merece sino con un acto de amor infinito. Tratándose de Dios, nunca podremos decir que le amamos demasiado;
mas aún, veremos que hemos puesto en nuestro corazón un Bien tan grande, que, por mucho que amemos, siempre merecerá ser amado infinitamente más.Siempre Creciente
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El amor de Dios puede crecer y puede crecer sin término, o sea, puede crecer siempre.
El amor de Dios, lo infunde el Espíritu Santo en los corazones y lo infunde para que participemos del amor que Dios nos ama.Cuando el amor de Dios no crece es un amor imperfecto y mezquino.
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Un alma que vive siempre anhelando amar cada vez más a Dios es un alma que está consagrada a El.
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Amor que se queda a medio camino o amor inconstante, no merece el nombre de amor.
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Hay que ver la manera de crecer en el amor de Dios, en las cosas pequeñas y corrientes de todos los días; porque prácticamente es ahí donde hemos de encontrar la perfección del amor.
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PURIFICADOR
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Amar a Jesucristo es olvidarse de sí, negarse y sacrificarse en la medida que requiere la gloria del Señor, inmolando sin piedad y con alegría todo lo que entibia ese amor y poniendo por entero el corazón en Jesús.
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Entonces es cuando se entra de lleno en la verdadera vida espiritual y se corre por las sendas de la santidad. Mientras quede algún apego a nosotros mismos, nuestro amor vivirá enredado y entorpecido, sin alas para volar a las alturas.
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EXIGENTE
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El amor tiene exigencias. No puede anidar en almas vulgares. Exige desprendimiento. Lo da todo a cambio de todo.