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María, Madre de Dios


Así como el cuerpo necesita de la respiración para vivir, así también el alma necesita invocar a María para vivir, es decir, para conservar o recuperar la gracia de Dios.
Que nunca se nos caiga de los labios el Nombre santo de María, porque ante el sonido de ese nombre, los demonios tiemblan de espanto y nosotros sentimos una dulzura al pronunciarlo, que inunda todo nuestro ser, y con solo decirlo frecuentemente ya nos dan ganas de ser cada vez más buenos, porque nadie que pronuncie el Nombre de María con fe y confianza, es abandonado de Ella, y seguramente se salvará. Si todavía no nos hemos consagrado a la Virgen, es tiempo de que lo hagamos, porque así Ella se entregará completamente a nosotros y nosotros completamente a Ella, y así seremos felices porque nos haremos dueños del tesoro más grande que posee Dios: la Santísima Virgen María. Así como los niños llaman a la mamá en el momento del peligro, así también nosotros debemos invocar y llamar a nuestra Mamá del Cielo, a María, para que nos defienda y proteja en todo peligro.
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Al comenzar este año invoquemos la bendición de Dios e imploremos, por intercesión de María Santísima, Madre de Dios, el don de la paz para nuestras familias, para nuestras ciudades y para el mundo entero.
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María es la Madre de la vida,
porque Jesús es la Vida.
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María es la Madre de la esperanza,
porque Jesús es nuestra Esperanza.
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María es la Madre de la paz,
porque Jesús es nuestra Paz.
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Oh María sin pecado concebida,
rogad por nosotros que recurrimos a vos.